Alexis Ravelo solventa el reto en menos de tres páginas: ¿Cómo convertir la aburrida rutina de un asesor laboral en un gancho increíble para el resto de la novela?

Pablo Barroso tiene su despacho por Mesa y López, en la capital grancanaria, y desde allí sueña con bajar a la calle y echar unas cervecitas, pero le asedia la responsabilidad de estudiarse el Decreto Ley 3/2012 de Medidas Urgentes para la Reforma del Mercado Laboral, todavía calentito y brillante de vaselina. Un texto que está en boca de todo el mundo pero “un asesor laboral no trabaja con resúmenes o con visiones de conjunto, sino con detalles”. 

Afortunadamente su padre acude al rescate. Le llama al móvil para pedirle que vaya en busca de Víctor, su hermano pequeño. Un bala perdida como casi todos los hermanos pequeños. Pablo aceptó de mala gana y se acercó hasta su casa planeando la bronca que le iba a echar. 

Al llegar a su edificio llamó al portero automático, no fuera a pillar a su hermano en menesteres embarazosos para recibir visitas. Pero al no recibir respuesta, “finalmente, usó la llave, dispuesto a encontrarse casi cualquier cosa. Para lo que no estaba preparado era para el hedor y la nube de moscas verdes, para el cuarto de baño y la bañera llena de agua sanguinolenta, sumergida en la cual se pudría, con las venas abiertas, el cuerpo desnudo de su hermano”.

¡Boom, a seguir leyendo! Que en seguida aparecerán el inefable Eladio Monroy y la no menos pertinaz (y cochina) calima. 

Aquí lo tienen, en la biblioteca de La Punta: Alexis Ravelo. Morir despacio. La cuarta de Eladio Monroy. Alrevés, Barcelona, 2020.