La historia de Tijarafe es la historia de personas humildes, del esfuerzo y el valor de las cosas pequeñas, livianas. En ese contexto, el pinillo, como se conoce popularmente en La Palma a las agujas de pino o pinocha, se convirtió en verdaderas agujas de oro.
Las laderas de Tijarafe se llenaban de “fejes” pinillo que superaban los cien kilos descendiendo lentamente a lomos de agricultores y agricultoras. Pacas que más bien parecían auténticos lingotes, habida cuenta del valor que llegaban a tener para una familia tijarafera – hasta 60 céntimos de peseta – ya que el pinillo se vendía para las distintas actividades del campo y, más recientemente, para los empaquetados de plátanos.
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